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En este espacio exploraremos temas esenciales para crecer emocional y profesionalmente. Hoy profundizamos en cómo las experiencias vividas en la infancia influyen —y mucho— en nuestra etapa adulta. Si buscas una visión práctica y transformadora, esta lectura es para ti.
¿Alguna vez has escuchado que una persona actúa de un modo concreto porque tuvo un trauma en su infancia? ¿Qué el carácter de alguien es muy parecido al de alguno de sus padres? ¿Que tiene un gran apego a su familia o por el contrario muestra una forma de ser mucho más independiente?
Realmente, muchos de los rasgos que conforman la personalidad de alguien, están marcados por las vivencias que ha tenido en su etapa infantil, y serán estas las que formen muchos aspectos de su vida adulta. Pero ¿hasta qué punto son las experiencias vividas en la infancia tan decisivas a lo largo de nuestra vida?
El desarrollo en los primeros años de vida de un niño
Desde que un niño nace, cada vivencia, cada aprendizaje, marcan su desarrollo. El resultado de lo que están aprendiendo en los primeros años de su vida, se proyectará en su personalidad y en numerosos aspectos de la vida adulta.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la primera infancia se extiende desde el nacimiento hasta los 8 años de vida. Todo lo que un niño vive durante esta etapa dejará una huella imborrable que determinará no solamente su forma de pensar sino también su forma de relacionarse. Entonces ¿por qué son tan importantes los primeros años?:
El desarrollo del cerebro: Desde que un bebé nace, hasta que cumple los 5 años de edad, se producen las conexiones cerebrales más importantes que supondrán el 90% de su total desarrollo. De ahí la importancia de crear un entorno seguro para que estas conexiones se produzcan de forma adecuada.
Las experiencias: Si bien una persona adulta no recordará las experiencias vividas en los primeros años de edad, estas vivencias serán decisivas en el desarrollo neuronal y por tanto en el desarrollo del cerebro. Los niños que no son atendidos cuando lloran, tienen más probabilidades de que el ritmo de las conexiones neuronales se ralentice, en relación con aquellos niños que disfrutan de un mayor cuidado o que incluso son estimulados con algún tipo de actividad como por ejemplo escuchar música.
Sentimientos y emociones: A lo largo de sus primeros años de vida, los niños necesitan recibir sensaciones positivas y emociones que les ayuden a sentirse protegidos y queridos. Abrazos, palabras afectivas, un trato cálido y cercano, un tono de voz suave… son pequeños detalles que fortalecen el vínculo de los más pequeños con su entorno. A largo plazo, crecer en un ambiente positivo y cercano influirá en la percepción que la persona tendrá hacia la sociedad.
El desarrollo de la inteligencia emocional: Una buena salud emocional, será determinante para que el niño, especialmente durante los primeros cinco años de vida, desarrolle cualidades tan importantes como una mejora en la confianza en sí mismo, empatía con las personas de su entorno, seguridad, autoestima…
“El niño no aprende lo que los mayores dicen, sino lo que ellos hacen”
Baden Powell
Cuáles son los factores predominantes que influyen en la personalidad del niño
¿Sabías que el 60% de la personalidad de un niño, viene determinada por la genética? ¿Qué ocurre entonces con el 40% restante? En este 40% intervienen dos factores:
El entorno compartido: en este ambiente, influye todo aquello relacionado con la convivencia familiar.
El entorno no compartido: en este caso nos referimos a las experiencias propias, las experiencias individuales, es aquello que “nos hace diferentes”.
Por tanto, la creación de una personalidad propia e individual viene determinada en gran parte (aunque ciertamente no en su totalidad) por todo aquello que vivimos desde pequeños. De este modo, y a pesar de tener una predisposición genética a tener un carácter u otro, todo aquello que se experimenta en los primeros años, moldeará en cierta manera lo que viene ya establecido por lo genes.
Entonces ¿qué factores pueden incidir en la personalidad adulta de un niño?:
Las creencias y los valores: Este aspecto representa todo aquello que los padres y familiares más cercanos transmiten a los niños desde pequeños. Es el aspecto de las costumbres, de las tradiciones, aquellas que se transmiten de generación en generación. Son pequeñas normas heredadas que ayudarán en la construcción de la personalidad en una u otra dirección.
Apego: El apego o la dependencia es la relación que los niños establecen con sus padres a lo largo de su etapa de crecimiento. Durante esta época, el niño es un ser dependiente que necesita ser guiado y atendido por sus padres en todo momento. Esto conlleva la transmisión de una seguridad emocional que será determinante para la evolución de sus emociones. Las relaciones de apego y afectividad que un bebé crea hacia sus padres, van a ser decisivas para sus relaciones posteriores.
Experiencias: Curiosamente no todas las personas, aún viviendo en el mismo entorno, sienten y experimentan una misma situación de forma similar. Esto ocurre entre hermanos especialmente. Es aquí donde tiene lugar la construcción de la personalidad de cada individuo, diferente en función de la percepción que se tiene de una misma experiencia.
Socialización: son aquellas destrezas o habilidades que el niño va adquiriendo en sus primeros años y que serán muy importantes a la hora de aprender a relacionarse con otras personas en diferentes situaciones.
“La educación, para la mayoría, significa intentar que el niño se parezca al adulto típico de su sociedad. Pero para mí, significa hacer creadores, tienes que hacer inventores, innovadores y no conformistas.”
Jean Piaget
El experimento del muñeco Bobo
¿Es posible que los niños aprendan a ser violentos por influencia de los adultos? Esta cuestión es la que el psicólogo Albert Bandura trató de demostrar a través de uno de los experimentos más famosos en relación a este tema: El experimento del muñeco Bobo.
Albert Bandura pretendía explicar cómo se adquirían las conductas sociales más negativas tales como la agresividad o la violencia. Para Bandura, el niño era capaz de adquirirlas únicamente imitando lo que sus padres y personas más cercanas a su entorno, hacían.
El experimento del muñeco Bobo consistía en colocar en una estancia un muñeco relleno de aire con cara de payaso. A pesar de recibir golpes, Bobo recuperaba su posición vertical.
Eligió a un grupo de niños en edad de preescolar (entre 3 y 5 años de edad) y los dividió, a su vez, en cuatro grupos a su vez: 24 niños iban a ser expuestos a un modelo agresivo mientras que otros 24 niños serían expuestos a un modelo no agresivo. A su vez, los dos grupos fueron divididos en hembras y varones.
Cada uno de los niños debía participar en el experimento de forma individual para evitar ser influenciado por otros niños. Así, compartiría estancia con un adulto. En el escenario del modelo agresivo un adulto golpeaba y mostraba una actitud agresiva con el muñeco Bobo. En cuanto a los niños expuestos al modelo no agresivo, cada uno de ellos compartiría estancia con un adulto que no mostraría una actitud agresiva con el muñeco Bobo.
Los resultados de Bandura, mostraron que los niños expuestos al modelo agresivo, estaban más condicionados a desarrollar actitudes agresivas respecto a los niños expuestos al modelo no agresivo. De igual modo, afirmó que los niños están más influenciados por los modelos del mismo sexo. Evidenció que los hombres tienen una mayor tendencia a responder de forma agresiva que las mujeres.
¿Qué tipo de vivencias pueden influenciar en nuestra vida adulta?
Cuando una persona ha sido sometido a una experiencia traumática desde pequeña, se pueden experimentar ciertas situaciones negativas en la época adulta que vienen influenciadas por esa mala experiencia. Algunos ejemplos de ello son los siguientes:
Hijos de padres divorciados o hijos huérfanos: Un estudio llevado a cabo por Yossi Guttman y Amnon Lazar evidenció que aquellos niños que perdieron a sus padres a una edad temprana o aquellos que vivieron con padres divorciados, ya en la época adulta experimentaron más problemas a la hora de mantener una relación sentimental.
Maltrato en la infancia: Aquellos adultos que han padecido malos tratos durante la infancia son más propensos a padecer estados depresivos cuando crecen. Este estudio fue llevado a cabo por el instituto en psiquiatría King´s College London. Allí se analizaron los casos de depresión de varias personas basándose en varios indicadores de maltrato como el rechazo de la madre, la educación especialmente disciplinaria recibida por uno de los padres o el maltrato físico. En gran parte de los casos se cumplía una e incluso dos de estas premisas.
Rechazo: Las personas que en su infancia han sufrido algún tipo de rechazo por parte de las personas más cercanas de su entorno, como padres o hermanos, son más propensas a la inseguridad y a huir de situaciones comprometidas. Ese miedo a vivir de nuevo el rechazo, sigue presente en la etapa madura de la persona.
Educación fría y autoritaria: En el caso de aquellos adultos que de pequeños estuvieron sometidos a una educación excesivamente autoritaria, tendrán una mayor tendencia a convertirse en personas perfeccionistas, menos flexibles y más desconfiados. Son personas inseguras, a las que les cuesta tomar decisiones.
“Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”
Benjamin Franklin
Claves para crear una personalidad positiva en los niños
Desde que nacen, es fundamental cuidar la educación y los valores, las experiencias y la relación con el niño, pues, como has podido comprobar, los primeros años de la infancia serán claves para forjar una personalidad fuerte, sólida, positiva y en definitiva hacer de niños felices adultos felices, seguros de sí mismos y con un buen nivel de autoestima.
Enseñar desde la empatía y el cariño: Es muy importante enseñar cualquier valor, experiencia, situación… desde una perspectiva optimista, poniéndonos siempre en el lugar del niño, entendiendo sus preguntas e inquietudes. Cada palabra, cada gesto debe transmitir seguridad y amor.
Educar motivando: La motivación es una excelente forma de mejorar el aprendizaje de los niños. Todo aquello que aprenden con inquietud y optimismo es mucho más positivo. Una forma de mejorar la motivación es fomentando que jueguen inventando ellos mismos las reglas, permitiendo que hagan prosperar su creatividad y felicitándoles por el resultado. Esto les ayudará a tener mayor seguridad en sí mismos y a disfrutar mucho más de cada aprendizaje.
Dejar que aprendan por sí mismos: Es importante fomentar su autonomía desde muy pequeños, dejar que potencien la inquietud por aprender, por buscar respuestas, dejar que el niño sea quien marque su propio ritmo, sin presión. Deben sentir que tienen libertad para explorar y es bueno que los padres o educadores no intervengan a no ser que el niño lo pida. Aprenderán a conocerse mejor, a saber cuáles son sus límites y a mejorar sus habilidades por sí mismos.
Fomenta sus intereses: A medida que van creciendo, los niños van mostrando una inclinación a ciertos intereses. Puede ser el deporte, los idiomas, aprender a tocar un instrumento, dibujar… Es necesario animarles a fomentar y mejorar esos intereses. De este modo aprenderán a superarse, a mejorar sus aptitudes, a ser constantes y a perseverar. Valores que serán de gran importancia en la época adulta.
¿Cómo aplicar estos concepto en nuestra vida adulta?
Si bien la infancia marca nuestras bases emocionales y de personalidad, no es un destino inamovible. De adultos, podemos revisar y transformar aquellas creencias o conductas aprendidas que nos limitan, y, al mismo tiempo, nutrir las que nos impulsan hacia una versión más plena y creativa de nosotros mismos. Cultivar empatía, aprender de nuestros errores y motivarnos para crecer —tal como se fomenta en la infancia— resulta clave para reinventarnos en cualquier etapa de la vida.
“Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto: a ponerse contento sin motivo, a estar siempre ocupado en algo y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.”
Paulo Coelho
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La semana que viene te hablaré de cómo reconstruir nuestras creencias y cómo transformar patrones aprendidos en la infancia para vivir con mayor libertad
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