Hay días en los que las palabras fluyen.
Y otros en los que una simple escena se convierte en una excavación arqueológica de frustración y dudas.
Empiezo a escribir.
Vuelvo atrás.
Reescribo.
Miro la pared. (La pared no ayuda.)
Y entonces recuerdo algo que me ha salvado más de una vez:
No se trata de conocer todas las técnicas narrativas. (Que sí, que hay 3 actos, 8 tipos de tramas, 17 puntos de giro y 400 formas de quedarte en blanco) Se trata de tener a mano las que de verdad te sirven para avanzar.
Hola, soy Ivette Chardis y estás leyendo el Escritor Flexible, la newsletter donde exploramos formas libres de escribir una novela, sin fórmulas rígidas ni presión. Aquí hablamos de técnica, sí, pero también de ritmo, energía creativa y cómo reinventarse escribiendo. Cada martes y domingo te envío una dosis de impulso, claridad o simple compañía literaria.
Hoy en este artículo:
Voy a compartir contigo 3 técnicas narrativas básicas que siempre tengo a mano cuando una historia se me resiste. Son simples, efectivas y probablemente deberías tenerlas colgadas en tu pared.
Técnica número 1:
No necesitas saber el final para empezar.
Esto no te lo cuentan en los cursos de escritura, pero es verdad:
la mayoría de novelas no nacen enteras.
Puedes empezar con una escena. Una imagen. Una conversación en tu cabeza entre dos personajes que ni siquiera tienen nombre. Y luego construir desde ahí.
Hay quien escribe con un esquema detallado, capítulo a capítulo. Son los llamados escritores de mapa. Sin un esquema no pueden avanzar. A veces la rigidez les suele crear problemas.
Y luego estamos los que escribimos con brújula, llamados tal como suena, escritores de brújula: sabemos más o menos hacia dónde queremos ir, pero no tenemos ni idea del camino exacto. A veces el libre albedrío nos puede jugar malas pasadas.
Lo bonito es que ninguno de los dos caminos es mejor.
Lo importante es tener algo que te impulse a seguir.
Porque escribir no siempre es seguir un plan.
Es crear el mapa mientras caminas.
Y sí, quizás en ocasiones te pierdas.
Pero también encuentras cosas que no estaban en el plan.
Y esas sorpresas, muchas veces, son las mejores.
Técnica número 2:
Cada personaje quiere algo. Incluso si solo es un café.
¿Tu escena está floja? ¿Tu diálogo suena plano? ¿Tu trama no avanza?
La culpa es del poco peso que tiene el deseo en tu personaje.
Un personaje sin deseo es como una silla sin patas. No sostiene nada.
Puede querer algo enorme (venganza, redención, un beso no dado) o mínimo (café, silencio, una siesta decente). Pero si no quiere nada, no se mueve. Y si no se mueve, el lector tampoco.
Un personaje debe tener un conflicto externo que lo mueva a seguir hacia adelante.
Es lo que viene de fuera del personaje.
La piedra en el camino. El antagonista. El sistema. El meteorito. El jefe. La guerra. El embarazo no deseado. La carta que nunca llegó.
El conflicto externo responde a esta pregunta: ¿Qué está ocurriendo fuera de mí que me impide conseguir lo que quiero?
Ejemplos:
Harry Potter no puede vivir en paz porque Voldemort quiere matarlo (conflicto externo, nada sutil).
Katniss quiere proteger a su hermana pero hay unos Juegos del Hambre de por medio.
Una mujer quiere divorciarse pero vive en una sociedad que se lo impide.
Un personaje también necesita de un conflicto interno que justifique sus acciones. Sin esto tu novela está coja.
El conflicto interno es lo que ocurre dentro del personaje.
Las dudas, miedos, contradicciones, traumas, deseos opuestos.
El conflicto interno responde a esta pregunta: ¿Qué me impide a mí misma/o avanzar, decidir, actuar?
Ejemplos:
El protagonista quiere amar, pero no sabe si puede confiar.
Quiere justicia, pero también venganza.
Quiere cambiar, pero tiene miedo de perder lo que ya tiene
Revisa estos conceptos y hazte las preguntas correspondientes sobre tu personaje cuando tu novela pierda consistencia.
Técnica número 3
Sin conflicto, no hay historia. Solo gente haciendo cosas.
El conflicto en una novela es la fuerza que impide que el personaje consiga lo que quiere. Es lo que genera tensión, movimiento, decisión, cambio.
La novela completa suele moverse entre el conflicto externo del personaje y el conflicto interno.
Una buena historia pone al personaje entre lo que quiere y todo lo que se interpone: fuera y dentro.
La gracia está en que muchas veces lo externo refleja o provoca lo interno, y viceversa.
Ejemplo rápido y claro:
Conflicto externo: Un escritor novato quiere publicar, pero no tiene dinero ni editorial que le responda.
Conflicto interno: Cree que no es suficientemente bueno y tiene miedo al rechazo.
Conflicto de la novela: ¿Tendrá el coraje de seguir adelante, arriesgarse y defender su historia, aunque el mundo y su propio yo interior se lo pongan difícil?
El conflicto no arruina la historia. La impulsa. Y a veces lo olvidamos porque no queremos que nuestros personajes sufran más de lo necesario. Los queremos proteger como si fueran nuestros hijos.
Pero si no les pasa nada, tampoco aprenden nada.
Y el lector, menos.
No se trata de hacer sufrir por sufrir.
Se trata de poner obstáculos, dilemas, incomodidades que hagan que esa persona ficticia tenga que cambiar, decidir, actuar.
El conflicto es tensión. Y la tensión es la gasolina narrativa. Y no, no vas a perder credibilidad o realismo si añades giros dramáticos.
Sin eso, no hay historia. Hay escenas que se arrastran.
No necesitas dominar cada recurso literario para escribir una buena historia.
Necesitas escribir con atención, con intención y con un par de herramientas básicas que puedas mirar cuando el caos te abrace.
Estas tres funcionan para mí.
Tal vez también para ti.
Y si te cuesta arrancar, recuerda: escribir no es ejecutar un plan perfecto.
Es darle forma a algo vivo, una palabra tras otra.
La pared no te va a escribir la novela.
Pero al menos, que te recuerde por qué empezaste.
Cosas de escritora:
Sigo nerviosa por el lanzamiento de mi nueva novela que verá la luz el viernes 18 de abril. Cuando me di cuenta que ese día era viernes Santo casi me coge algo. (Día que escogí al azar, porque era cuando la correctora y la maquetadora tendrían listo el manuscrito para lanzarlo al mundo)
Al ser festivo y semana santa pensé que era un fecha malísima para lanzar una novela, pero luego recapacité. Tal vez por ser festivo las lectoras tengan más tiempo para leer y sea un buen momento. Así que he mantenido la fecha. Solo el tiempo dirá si ha sido una buena o mala decisión.
De momento estoy muy orgullosa de la segunda entrega de la serie Las indecentes, una novela romántica histórica tan redonda que ha dejado con la boca a abierta a mi correctora. Y eso ya me enorgullece, porque ella, admitámoslo, es la rectitud en persona, no deja pasar ni una.
Y ahora que el libro 2 de la serie ya está en manos de Amazon a la espera de la fecha señalada, vuelta al principio: empezar una nueva historia.
Siempre me cuesta horrores comenzar, como si fuera a la deriva, pero luego, si persisto, va tomando forma y lo que no tenía pies ni cabezas se convierte en una hazaña más, en esa novela que tenía en mi cabeza desde el inicio.
A veces la historia no avanza en línea recta. A veces va en espiral, en zigzag, o simplemente se detiene a tomar un café.
Y está bien.
Escribir es permitirte no saber, mientras sigues escribiendo.
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